22 noviembre 2007

Ensayo: Fraude México 2006 + divagaciones de algún modo relacionadas

... O lo que es lo mismo, divagaciones en un principio sobre una película medianamente controversial para entregar en una clase de biología celular. Sí, es en serio.


Al ver esta película/documental me ocurrió como siempre que percibo una evidencia tan descarada e impactante de injusticia.
Una muestra de injusticia tan vergonzante que te llena de una furia e indignación tan grandes como desesperantes al no saber qué hacer, al no poder hacer nada pronta y eficazmente para contrarrestar ese desagradable efecto en el organismo, para acabar con ese corrosivo y exasperante sentimiento que provoca la absoluta injusticia aunada al cinismo.
Un estudio exhaustivo de cómo es que los centros nerviosos procesan la información captada por el medio externo para producir determinadas sensaciones en el organismo es algo demasiado complejo y sobra decir que no en realidad el objeto central de este ensayo – a pesar de que esta materia sea la biología de la célula y su interacción con el medio exterior – . Sí, fascinante, pero entonces aquí los pensamientos y opiniones alrededor de la película pasan a significar poco más que nada en el orden de magnitud de análisis de la biología de un organismo; a menos de que este fuera un texto de cross-over entre órdenes de magnitud de estudio, los cuáles son invariablemente bastante extensos y usualmente se denominan libros.
Volviendo precisamente al motivo de este análisis, el documental “Fraude México 2006” presenta un panorama que si bien está influido por las inclinaciones político-ideológicas del director (lo cual es inevitable en todo producto de la razón y conciencia humanas), y más especialmente cuando estas constituyen el tema central de la expresión, capta de manera efectivamente alterante no solo un punto de vista, sino un fragmento de la realidad que desde cualquier percepción es susceptible a un análisis crítico profundo. En otras palabras, aunque existan muchas personas convencidas de que ganó legítimamente Felipe Calderón, los hechos duros presentados aquí son en gran número sucesos que nadie con conciencia y respeto a su propia inteligencia puede legitimar, y que por el contrario hacen patente e innegable la sustentabilidad de la furia y/o ignominia generalizadas entre todos aquellos sensibles ante violaciones flagrantes a la justica social y a quienes les duele o afecta de alguna manera el estado general de este país y del mundo. Y bueno, este caso particular más aún para aquellos que tenían su esperanza puesta en la emblemática figura de López Obrador.
Personalmente he de decir que no soy “fan”/seguidor/admirador de López Obrador, como tampoco soy “fan”/seguidor/admirador de figura política actual alguna en este país en ningún grado. Simplemente, antes de la elección, a diferencia de muchos de mis compañeros, que aparentemente con razón no dan nada por el sistema político mexicano, pensaba que al inmiscuirse uno mismo (dígase yo, un grupo cercano, alguna entidad que representara una idea) se podría influir directamente en lo que el gobierno hiciera, y así cambiar al mundo uno mismo solo aprovechando determinada condición sociopolítica en el país, combinado con un momento político en el mundo que sí se está viviendo.
Tal vez era muy guajira/megalómana la idea de hacer que un gobierno te haga caso, pero de cualquier manera en esos momentos yo pensaba que en sí es algo dificil, pero las condiciones para que – bajo mi percepción – cualquier cosa deseable para todos pudiera ocurrir, se darían con mucha más facilidad bajo un gobierno con vocación popular (aunque sea solo supuesta y en el papel) que bajo uno que no la tiene en absoluto o que lleva más de 70 años de probar que no la tiene. El argumento es sencillo: si en realidad, como ha probado al estructura y varios militantes repetidas veces, la vocación popular es solo de fachada y son como todos los demás, el partido y el gobierno teórico en cuestión serían muy torpes si no trataran de conservar la imagen que los llevó al poder, en el camino por simple lógica diplomática siendo accesibles con demandas populares anque sea solo para la foto, pero creando entonces (podría ser de manera hasta parcialmente involuntaria) los espacios propicios para que fuerzas que realmente quieran hacer algo en beneficio de la población, de las mayorías, pudieran actuar. Si esto no se diera así, entonces se terminaría descartando tal proceder y esto podría conllevar a medidas más drasticas, pero solo una vez que ya se haya eliminado la primera posibilidad.
Efectivamente, a semejanza de muchos de mis compañeros, tampoco doy una por el sistema político mexicano, mas creo que se podría aprovechar su decadencia para comenzar a meticulosamente desarmarlo por dentro para dar lugar a uno nuevo. Sí, idealmente justo, esperando poder hacer algo cercano a la idea.
Mi opinión es que dadas las condiciones actuales (o al menos las del 2006 antes de las elecciones) no se puede (o podía) dar de la noche a la mañana un cambio en el sistema político por alguna vía súbita e impositiva (involucrando entonces con gran probabilidad, violencia), e históricamente se ha demostrado que los sistemas caen por implosión y explosión simultánea, pudiéndo ser percibido esto desde el hecho de que los bárbaros por sí solos no habrían podido hacer nada contra Roma, y en realidad lo que determinó la caida de la misma fue que al momento existían garrafales fallas en el sistema político latino.
Esto podría extenderse a un ensayo sobre el anacronismo de fuerzas políticas que muchas veces en algún caso buscan lo mismo pero son diametralmente opositoras en varios otros sentidos en la práctica, como es el caso del movimiento de López Obrador y La Otra Campaña, que por si sola es motivo de una análisis muy largo, en especial porque en lo personal estuve un tiempo bastante inmerso en tal contexto ideológico y terminé por abandonar esa vertiente política activamente por diferencias cuya explicación toma algo más de tiempo y espacio, aunque he de aclarar que no estoy en su contra, solamente difiero de ellos de manera que no me autoadscribo como militante de La Otra Campaña.
En realidad no me autoadscribo como militante de nada, solo defino que estoy a favor de ciertas causas y me manifiesto o llego a actuar de otra manera en pro o en contra de unas u otras. Esto puede ser tachado de falta de compromiso o práctica de mercenario, pero sostengo que no se necesita tener una bandera de determinada filosofía u organización para tener ideales definidos; y en realidad desde mi particular punto de vista, discrepo de quienes perciben la militancia como algo bueno, pues esta implica un compromiso incondicional (puede llegar hasta cierto punto ciego) con quienes militan a lado de uno, se esté o no de acuerdo en puntos que pueden ser aparentemente menores o de una importancia menesterosa para el elemento discordante, pudiendo ser este una persona o un conjunto grande, implicando entonces una subyugación del pensamiento propio al de alguien más, minando así la fundamental y en extremo necesaria libertad de pensamiento. Como ejemplo tosco, brusco y seco, simplemente puedo expresar esto: la militancia ciega acabó con la URSS. Tan buena que parecía la idea.
... Y bueno, me he dado cuenta una vez más de la enorme desviación desde el tema original.
En todo caso, este documental se vale de recursos efectivos como la comparación con Salinas y el ’88 para hacer evidente que este caso es lo mismo: un fraude, vil y vulgar. Muy vil, en sí.
Con todo y sus limitaciones técnicas y algunas creativas por caer en ciertos recursos trillados para inducir sensaciones dramáticas, además del inherente y conspicuamente persistente elemento de estar bajo una sola visión política, este largometraje logra salirse de una visión anacrónica al presentar varios hechos no manipulables por la visión de un director o de nadie más, al haber sido filmados in vivo, sin ninguna pretensión artística original y justamente como su nombre lo indica, con un mero fin documental; y en realidad ahí radica la magia de este género fílmico, en lo cautivante o consternante que puede ser la realidad misma. Yo no llamaría a Mandoki un Michael Moore mexicano, pues en primera me gusta mucho más el trabajo del director de Bowling for Columbine, y además sus enfoques llegan a ser muy distintos, habiendo decripciones de Mandoki como ésta de Olallo Rubio: “Un director de cine mediocre con pretensiones políticas propagandísticas” .
Cierto, llega a caer en lo propagandístico, pero me parece que no hace mal uso del documental al reflejar la indignada visión de millones de mexicanos ante un suceso que marca la historia contemporánea de este país y cuyo sustento es mostrado en esta cinta de un modo que hace innegable en ese turbulento contexto la falta del tranquilizador de conciencias por excelencia, el bien más preciado y más escaso para la humanidad por causa del género humano mismo, eso que es tan diferente de los papelitos que se llaman ley, eso a lo que llamamos Justicia.

03 noviembre 2007

TRATADO PITUFIFILOSOFICO SOBRE LA MUERTE...

Pituffiilosóficamente hablando, la muerte es un acontecimiento no esperado, no aceptado y por lo tanto, algo temido. Las personas en este mundo llegan a un nivel de apego material a las cosas, que por ningún motivo quieren perder lo que ha "ganado" en esta sociedad neoliberal y cocacolera.

¿ese apego es real o simplemente producto de una necesidad ficticia? hay muchas razones para suponer lo contrario pero también para dar razon de esas cosas, ¿cuantas personas no preferirían morir antes de ensuciar algo que les ha costado dinero?¿cuántas personas están dispuestas a dejar de lado algo que no las llena emocionalmente?

Tenerle miedo a la muerte no necesariamente es tenerle respeto; como con los abusadores y golpeadores, la gente que más le teme a la muerte es aquella que no encuentra una verdadera responsabilidad en la vida y todo lo que eso conlleva.

Es dificil encontrar personas que quieran vivir como sus pasiones y sus voluntades les dicen; personas que no tengan miedo...de si mismas.